02 Nov
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A la muerte de Otto von Oppenheim,  las piezas de Tell Halaf habían sido depositadas en el museo de Pérgamo, en Berlín. Sin Oppenheim, en una ciudad más preocupada por las consecuencias de la derrota que por las obras de arte, el tesoro quedó olvidado. Además, unos años más tarde, la ciudad quedó partida en dos y el museo quedó en el lado soviético. Se consideró los relieves y estatuas de Tell Halaf, perdidos. 

Así pasó toda la Guerra Fría. No fue hasta la caída del Muro cuando se volvieron a recuperar los 27.000 fragmentos, olvidados en un depósito del museo.

Por otro lado, a pesar de la muerte de Otto von Oppenheim, lo que quedaba de su legado había sido trasmitido.

Él mismo creó una fundación que lleva su nombre y cuya gestión pasó a las jóvenes generaciones de la familia Oppenheim. 

La segunda guerra mundial había destruido parte de la documentación, pero no toda y, además,  el propio yacimiento, Tell Halaf, podía librar otros muchos aspectos desconocidos de la cultura neo-hitita.

Por esa razón, en los años 50, la fundación tramitó y obtuvo permiso por parte del gobierno sirio para seguir excavando, manteniendo las diferentes campañas hasta el inicio del conflicto bélico que a día de hoy, aún sigue activo. 

Pero volvamos al tesoro descubierto por Otto von Oppenheim y que habíamos dejado hecho añicos en un almacén del museo de Berlín.

Al sacar a la luz las piezas, se encargó a un equipo multidisciplinar su clasificación e identificación para posteriormente, volverlas a reconstruir, basándose entre otros recursos, en las fotos de la época del hallazgo que no desaparecieron durante la guerra y de análisis en laboratorio. 

El inmenso desafío propuesto tuvo un final feliz: tras diez años de arduo trabajo, las estatuas de Tell Halaf han recuperado su antiguo esplendor, siendo protagonistas de exposiciones en museos como el Pérgamo de Berlín o el Louvre de París.

 Cuando descubrí esta historia, documentándome para ANATOLIA, 6000 AÑOS ATRÁS, que estará publicada en Amazon el próximo 15 de noviembre, me resultó fascinante. 

Quería compartir con mis lectores esta parte de la Historia, llena de giros inesperados y sobre todo,  ese hecho aparentemente imposible de conseguir: reconstruir,  como si un puzle se tratara, las 27.000 piezas. Era un verdadero reto, que, a priori, parecía casi inalcanzable. Algunos fragmentos pesaban una tonelada, otros, apenas medían unos pocos centímetros.

Por otro lado, Celia, la protagonista de la novela, busca un lugar que está dentro de su cabeza, pero duda constantemente sobre si existe, o no. 

Desearía poder olvidarlo para retomar su vida. Sin embargo, como ella misma dice, una vez incrustado en el interior de su memoria, no lo puede olvidar. Para intentar avanzar en su vida, decide viajar a Anatolia. 

Al igual que las piezas de Tell Halaf, ella también debe armar su puzle personal, reuniendo indicios, indicaciones y hechos.

Mi intención era hacer un  paralelismo en la novela. sin embargo, según iba avanzando en la escritura, no se dio el momento literario oportuno para su introducción en la trama. Por esta razón decidí escribirlo en forma de artículos en el blog, y así formar parte del proceso creativo.  


La imagen que ilustra este artículo ha sido extraída de la web de la fundación Otto von Oppenheim

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