26 Nov
26Nov

Hablaba hoy sobre relaciones familiares. Él, casado sin hijos, se ocupa también de su madre, ya mayor, que vive sola a unos 100 km de su hijo. Mientras hablamos, entró la niña de los vecinos, una chiquilla pizpireta, alegre y muy despierta, siempre con una canción en los labios. "Ya ha llegado el terremoto" me dice él, mientras la niña le pone los brazos alrededor del cuello e intenta convencerlo para que le deje la tablet. "Anda, mira la sorpresa que mi madre ha preparado para ti." La pequeña no espera más y sale corriendo a buscarla. Sonrío al verla marchar. Me resulta entrañable la relación que tienen las dos, la mujer mayor y la niña pequeña, a medio camino entre abuela/nieta y tía/sobrina. Nosotros, ya solos, seguimos hablando, de familias, de relaciones de parentesco, de unas cosas y otras. "Leí en un artículo que están intentando volver a instaurar las cenas familiares. Parecía que era la época de los "niños-llave" y ya ves, recomendando cenar en familia. Me parece una buena idea, pero a veces por los horarios laborales, me parece difícil" me dije él. "Es cuestión de flexibilidad" le contestó yo "En mi familia, entre semana, las comidas familiares son los desayunos...bueno y cuando están los Lobeznos, en vacaciones también. Por la influencia alemana, los desayunos se convierten en un momento de encuentro familiar."

 

La conversación sigue por otros caminos, pero una parte de mi mente sigue con el tema. Más tarde recuerdo una conversación con Sandra, una amiga mía que tiene una bebé de algo menos de un año. Solemos hablar de crianza o de alimentación saludable, de esos temas que como mamás nos apasionan a ambas. Su familia vive lejos y aunque su familia política es un gran apoyo, le gusta tener amigas de su edad con quien compartir ideas, consejos y trucos. Haces meses, introdujo a su nena en la alimentación sólida. Era un viernes y el domingo siguiente tenían comida familiar con suegros, cuñados y sobrinos. "¿Qué hago con la nena? ¿Le dio antes de comer o después? ¿Y dónde la dejó mientras nosotros comemos?" me pregunta de repente Sandra, con la preocupación de la mamá que se enfrenta por primera vez a una situación. "Siéntala en tus rodillas mientras que coméis y le das algo de lo que ya puede comer, un poco de fruta o un pedacito de pan" le contestó. "Fue el consejo que mi madre me dio a mí cuando el Lobato era bebé. A mí me sirvió. Él se acostumbró a comer en familia y participaba a su manera de la dinámica familiar."

 

Cada familia es un mundo. Algunas viven lejos, otras cerca. En nuestra cultura, tradicionalmente, se ha asociado el momento de las comidas como un momento social, donde toda la familia se reúne después de sus quehaceres y se habla, se comenta, se planifica o incluso se juega (muchos de mis cuentos han surgido como un juego en familia durante un desayuno, jugando a crear historias entorno a una letra o cambiamos la letra de las canciones), pero no tiene porqué ser el momento adecuado para tu familia. En realidad, no es más que una excusa. Quizás vuestros momentos sean mientras fregáis los platos, mientras vais en coche o andando al colegio o en el momento antes de ir a dormir. Es cierto que comer es algo que todos hacemos, que apetece tener momento de calma, sentados alrededor de la mesa, donde pequeños, medianos y mayores realizan una actividad conjunta... pero no es el único. Las relaciones se construyen día a día, momento a momento. Si el afecto y las ganas de estar juntos compartiendo un momento agradable están presentes, la actividad que se realice es lo menos importante.

 

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