29 Jul
29Jul




Leí en el muro de Facebook un artículo sobre unas mujeres en China que habían comprado la casa de sus sueños y la habían arreglado con la idea de envejecer juntas, compartiendo vivienda. Aquello originó un intercambio de comentarios en el muro entorno a la idea de que aquello que parecía ser muy novedoso, ya formaba parte de nuestra tradición popular pues no es más que la historia de los Músicos de Bremen. La mayoría de las personas sólo recuerdan a los cuatro protagonistas, uno encima del otro, gritando sin parar y, sin embargo, este cuento clásico nos narra la historia de cuatro animales, que abandonados por sus dueños porque al llegar a viejos ya no son útiles para trabajar, pero que colaborando juntos encuentran una casa donde pasar la vejez.


 Traducido a nuestra realidad es lo que ahora se llama "envejecer entre amigos" o "senior cohousing", es decir, un grupo de personas mayores que conviven, compartiendo las zonas comunes y los servicios de asistencia.


¿Por qué se ha puesto de moda el "senior cohousing"? Es cierto que hay un aumento de la población mayor en la sociedad, pero también en la forma en que esta generación que ahora llega a la vejez quiere enfrentar esa etapa de su vida. Lo primero que se debe tener en cuenta es que no existe una sola "vejez". 

Cuando yo era pequeña, la idea que se tenía de los abuelos eran personas mayores, siempre disponibles para los nietos y con numerosos achaques. Ahora, esa imagen se ha quedado definitivamente anticuada porque hay una explosión de posiblidades. Hay personas mayores que siguen trabajando más allá de la edad legal de jubilación, bien porque así lo desean, bien porque con los cambios que ha habido no tienen los años de cotización suficientes. Otros van a la Universidad o dedican su tiempo a viajar. De hecho, conozco unos hermanos que han apodado a su madre, de forma cariñosa, el "Frágel Viajero", porque, según ellos, su progenitora ha estado en todas partes del mundo ¡dos veces! Es sólo ejemplos de cómo encarar los últimos años de nuestra vida. Hay infinitas posibilidades, tantas como personas.


Hay otra cuestión que los que no hemos llegado a esa etapa no solemos contemplar: el camino hacia el final de la vida es un proceso, pero lo podemos dividir, para entendernos, en tres etapas.


La primera sería la plenitud. Hemos atravesado la mayor parte de nuestra vida, tenemos un montón de experiencia acumulada. Hemos vivido lo que hemos venido a vivir. Nos hemos desarrollado profesionalmente, de una manera u otra, hemos criado (o no) a nuestros hijos, hemos vivido amores más o menos felices. El cuerpo empieza a dar las primeras señales, pero aún nos sentimos fuertes. Es la etapa en la que ha entrado mi madre y de la que ha salido mi tía abuela, que está en la segunda etapa, la del acompañamiento. Sí, mi tía ha tenido una edad de la plenitud larga, pues hasta bien cumplidos los 90 y tantos podía vivir sola en su casa, de forma totalmente independiente. La etapa en la que se encuentra ahora, la del acompañamiento, es cuando aún se es autosuficiente para la mayoría de las tareas cotidianas, pero necesita supervisión y algo de ayuda. Se lía con el dinero cuando va a comprar, se le olvidan las cosas con facilidad, se pierde fuerza, agilidad, destreza y destrezas. La tercera etapa, la de la dependencia, es la que cierra el ciclo. La persona ya no es capaz de darse a sí misma los cuidados básicos. Necesita, por tanto, una atención constante.


 ¿Cómo se traduce esto en el senior cohousing? Durante la primera etapa de la que antes hablábamos, permite preparar las dos fases siguientes y aligerar tareas, que pasarían a realizarse de forma colectiva o externalizarse: se puede disponer de un pequeño apartamento donde mantener la privacidad e incluso cocinar algo rápido si se tiene ganas de estar solo, pero la idea del cohousing es también hacer frente a la plaga de los adultos mayores en el siglo XXI: la soledad. Permite una colaboración y ayuda mutua entre los residentes del cohousing (por eso es "envejecer entre amigos"), que perfectamente podría dar por personas más jóvenes a los que, por ejemplo, se les ofrece un alojamiento a un precio asequible a cambio de ayuda y acompañamiento a los residentes mayores, salvando así la segunda etapa del desarrollo de la vejez. Para la tercera etapa, francamente, el cohousing me ofrece muchas interrogantes a los que no sé dar respuesta por falta de experiencia. ¿Contratar a personas para el cuidado de los ancianos, a medio camino entre una interna en el hogar y la clásica residencia de personas mayores? No lo sé, pero sigo con interés las soluciones que cada comunidad de cohousing propondrá, pues la creatividad humana no tiene límites.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.