Acabo de leer un estudio realizado por investigadores del Grupo GIFES de la Universitat de Illes Balears y la Red Jóvenes e Inclusión (alianza estatal de universidades y organizaciones sociales especializadas en la atención a la infancia y la juventud, sobre los nuevos hábitos de consumo de pornografía en NIÑOS y adolescentes. Sí, he dicho "niños".
Esto genera un cambio en la evolución inter-generacional.
Si la edad media de empezar a visualizar pornografía en internet está en 14 años para los chicos y 16 para las chicas, las edades de inicio están bajando alarmantemente a los 8 años. ¿Por qué supone un problema? Bueno, no sólo porque no les corresponde ese tipo de contenidos según la edad cronológica sino porque refuerza comportamientos sociales que no son saludables, sobre todo a nivel de violencia directa e indirecta entre miembros de la pareja o estereotipos de género, por poner dos ejemplos. Los vídeos que visualizan los jóvenes son de corta duración, sin comunicación emocional o afectiva entre los intervinientes (no puedo decir "amantes", ni siquiera actúan para serlo).
¿Por qué ven pornografía los jóvenes?
Por muchas razones: curiosidad, morbo, traspaso de los límites al mundo adulto, ese mundo que les está vedado y oculto. Pero también, siento decirlo (y ahí pongo el dedo en la llaga) porque nosotros, los adultos, no hemos sabido crear una cultura inter-generacional de transmisión de ese tipo de información. Hay información de sobra: libros publicados, miles, unos mejores que otros, bien es cierto, pero todos pueden dar pie a la reflexión. También hay recursos audiovisuales: dibujos animados, muy adecuados para las edades infantiles. Pero falta lo más importante:
No hay una cultura de hablar de sexo en familia, inter-generacional y cuando se habla es entre bromas y alusiones que no hacen más que reforzar ese comportamiento que deseamos evitar: que los niños y jóvenes prefieran consultar lo que les sueltan detrás de una pantalla que preguntar abiertamente a sus padres, abuelos u otros familiares.